Me
siento sola en medio de un montón de gente, sin ver la calma que debería llegar
tras la tormenta. Tampoco veo el Sol y mis ojos cansados de mirar mentiras no
quieren abrirse más. Debo matar los sentimientos y los miedos, que siempre
llevo conmigo por no dejarlos fuera. Bésalos y escríbelos un poema. O quién
sabe, puede que un día, dentro de mucho tiempo, se oxiden o envejezcan y no
quieran saber más de ti.
Deberías
relajar esos puños cerrados que evitan caricias, pues mis manos echan de menos
las tuyas. Y dejar de apuñalar con tus palabras y gestos que un día amaron;
mientras yo apuñalo tu ausencia porque quiero que regreses en tan solo un
pestañeo.
Quiero
que vuelvas a amar mi vergüenza, mis dudas, mis miedos y nunca dejes de marcar
días felices en el calendario, ni de creer en alguien, ni de creer en ti. A mí
me sobran motivos para extrañarte de antemano, porque como decía ayer Ismael
Serrano: “Hoy es siempre todavía”.
Y hoy
solo sé que bastará un café con dos de azúcar y una sonrisa para que te prometa
quedarme a vivir en tus manos.
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