jueves, 5 de junio de 2014

Sinmigo.

Nunca antes pensé que tener todo el tiempo del mundo fuese un problema. Ahora no quiero parar ni un minuto porque no quiero pensar. Parar implica tiempo para pensar y pensar implica estar jodida.

Es por eso que dedico mis días a dormir tantas horas que me da la sensación que hasta los sueños se van a agotar. Paso los días dentro de mi templo que es en lo que se ha convertido mi cuarto. Dentro sé que estoy a salvo y me dedico a cambiar todo de lugar: las cosas, la ropa, los pensamientos… Lo ordeno y lo vuelvo a desordenar mientras me reencuentro con música de hace mil años. Algunas canciones sólo son capaces de reabrir viejas heridas, otras reconfortan y otras recuerdan las cosas más bonitas.

Y cuando ya no puedo más, salgo dirección cuarto naranja. En el cuarto naranja suena Stubborn Love día y noche, y seguramente ese ha sido el mayor y el mejor descubrimiento de mi padre en años. Ya hace unos 365 días desde que los ojos más verdes del mundo me enseñaron esta canción. Ahora, y después de mucho insistir, sé que debería leerme Marina de una vez por todas.

Si estoy escribiendo esto, es porque después de un sinfín de días he parado.