viernes, 3 de mayo de 2013

He estado visitando otras camas por el ridículo temor a olvidarte, igual que si al dejar de hablar uno olvidase las palabras.




Me apetece escuchar de nuevo a Papá tocar un vals en el cuarto naranja y emocionarme con las fotos que nos rodean y sentir la delicadeza con la que acarician sus dedos las teclas del viejo piano.

Últimamente me paso las horas muertas sin salir del cuarto naranja cuando las noches solitarias me duelen. Ahora todos en la ciudad saben que no es normal en mí que sea primavera y me cueste un mundo salir de casa sin fuerzas y sin ti porque antes mi casa era tu cuerpo. Deja de dolerme. Estoy harta de que no estés. Nunca estás. Estoy harta de escribirte cientos de palabras sentidas que nunca lees. 

Hace tantos días del principio que quiero besarte en todos los parques, en todas las calles, en todas las azoteas y en todos los portales, aunque las ciudades nunca sean suficientemente grandes para todos los besos que quiero darte.
Quiero amanecer con todo tirado alrededor y que tú seas el desorden más bonito del mundo. Quiero respirarte mejor.

Hazme un favor. Cuando no quede nada de lo que un día conociste, sécame las lágrimas y no dejes de conquistarme, pues siempre tienes unas cuantas palabras que me hacen sentir pero no ser.

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