Ven.
Quédate. Ponte cómoda, te traeré un café y porque no, también una de esas
galletas que siempre robas a escondidas de mi despensa. ¿Azúcar? Mejor que sean
dos. Que ya sabemos que los números impares y tú… Voy a empezar desde el
principio…cuando yo tenía miedo de que no existiese un siempre y apenas un
ahora. Cuando aún éramos más grandes y no dejábamos que los sueños se
deshicieran, ni que el presente nos rompiese por dentro. Ahí
estabas tú, en las mañanas soleadas siendo el rescate de sonrisa grande,
natural. Porque me gusta verte colocar los platos con cuidado cuando quedamos a cenar y verte maquinar quién sabe que plan para dentro de quién sabe cuando, mientras yo te desordeno entre compases de canciones compartidas. Porque no quiero dejar en el olvido los abrazos y los gritos que les siguen y nos definen, ni el dormir entre recuerdos de toda una vida, ni el cruzar corriendo por los pasos de cebra como gatos callejeros.
¿Ya te
has tomado el café? Espera, que aún tengo más. Me he dado cuenta de que cada
vez que te miro nos veo más diferentes, pero “polos opuestos se atraen”, ¿no?
Que pese al tiempo, las heridas y la lluvia somos recíprocas. Porque aunque la
rutina nos mate mi corazón da voces para que arañes los segundos y te quedes otro
viernes, que ya sabes que me ahogan.
Ya lo último,
lo prometo. Todo es diferente desde que llegaste. Ya no estoy vacía desde que
decidiste revolucionarme. Si te elegí fue porque no quiero una que esté cuerda,
porque las cuerdas atan.
Me encanta, siemplemente esta entrada me enamora, tanto o más que tu.
ResponderEliminarEres increible Sara, ¡INCREIBLE!